martes, 3 de mayo de 2011

Amor al primer lametón.


Entré en la habitación y vi aquella hermosa criatura: uns er curioso que se mostraba inseguro, algo dubtativo, como intentando adivinar la procedencia de aquella visita inesperada. En cuanto se cruzaron nuestras miradas, supimos que la nuestra sería una relación especial. Entonces, sus tímidos  pasos se convirtieron en una carrera precipitada y sus profundos ojos negros se llenaron de un brillo que me hechizó. Antes de que pudiera darme cuenta, había aterrizado en mis brazos, había pegado su nariz fría y hémudea a mi cara, y me había plantado un lametazo en la mejilla. Fue amor a primer lametón.

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